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miércoles, 11 de agosto de 2010

La niña de las manzanas.

Jesus y el apostol

Un grupo de vendedores fueron a una Convención de ventas. Todos le habían prometido a sus esposas que llegarían a tiempo para cenar el viernes por la noche. Sin embargo, la Convención termino un poco tarde, y llegaron retrasados al aeropuerto. Entraron todos con sus boletos y portafolios, corriendo por los pasillos.

De repente, sin quererlo, uno de los vendedores tropezó con una mesa que tenia una canasta de Manzanas. Las manzanas salieron volando por todas partes. Sin detenerse, ni voltear para atrás, los vendedores siguieron corriendo, y apenas alcanzaron a subirse al avión. Todos menos UNO.

Este se detuvo, respiro hondo, y experimento un sentimiento de compasión por la dueña del puesto de manzanas. Le dijo a sus amigos que siguieran sin el y le pidió a uno de ellos que al llegar llamaran a su esposa y le explicara que iba a llegar en un vuelo mas tarde.

Luego se regreso a la terminal y se encontró con todas las manzanas tiradas por el suelo. Su sorpresa fue enorme, al darse cuenta de que la dueña del puesto era una niña ciega. La encontró llorando, con enormes lagrimas corriendo por sus mejillas. Tanteaba el piso, tratando, en vano de recoger las manzanas, mientras la multitud pasaba, vertiginosa, sin detenerse; sin importarle su desdicha.

El hombre se arrodillo con ella, junto las manzanas, las metió a la canasta y le ayudo a montar el puesto nuevamente. Mientras lo hacia, se dio cuenta de que muchas se habían golpeado y estaban magulladas. Las tomo y las puso en otra canasta. Cuando termino, saco su cartera y le dijo a la niña: “toma, por favor, estos cien pesos por el daño que hicimos”. ¿Esta bien? Ella, llorando, asintió con la cabeza. El continuo, diciéndole – “espero no haber arruinado tu día”. Conforme el vendedor empezó a alejarse, la niña le grito: -“Señor...”

El se detuvo y volteo a mirar esos ojos ciegos. Ella continuo – ¿Es usted Jesús...?

El se paro en seco y dio vueltas, antes de dirigirse a bordar otro vuelo, con esa pregunta quemándole y vibrando en su alma:

“¿Es usted Jesús?”

Y a Ti, ¿La gente te confunde con Jesús? Porque ese es nuestro destino, ¿no es así? Parecernos tanto Jesús, que la gente no pueda distinguir la diferencia. Parecernos tanto a Jesús, conforme vivimos en un mundo que esta ciego a su amor, su vida y su gracia.

Si decimos que conocemos a Jesús, deberíamos vivir y actuar como lo haría El. Vivir su palabra cada día. Tú eres la niña de sus ojos, aun cuando hayas sido golpeado por las caídas. El dejo todo y nos recogió a Ti y a Mi en el Calvario; y pago por Nuestra Fruta Dañada.

¡Empecemos a vivir como si valiéramos el precio que El pago! ¡Empecemos hoy!

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