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sábado, 3 de julio de 2010

Conoce el Amor.

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Dije que hay muchas intensidades distintas y calidades diversas de amores, desde los más perfectos, como es la caridad, hasta los más indignos como es el amor a Satanás. Pero ustedes están particularmente interesados en un tipo especial de amor, bien lo sé, y por el deseo que les animan de hacer las cosas rectamente, están preocupados en distinguir las características de ese tipo de amor tal como lo aprueba el Señor. Es el amor de novios que se perfecciona, luego, en el amor de esposos. Este tipo de amor tiene una componente que es muy fuerte, por momentos dominante y, a veces, indebidamente dominante: es la atracción física, atracción que no está mal, que forma parte de lo que Dios ha dispuesto.

Había una hermana en Quilmes que decía que para aceptar a un joven bastaba con que fuese miembro de la iglesia; lo interesante es que esa hermana tenía un esposo miembro de la iglesia, y fiel, del cual estaba separada. Por otro lado un Presidente de Misión enseñaba a los misioneros que volvían, que debían elegir compañeras que, entre otras cosas, les atrajeran físicamente, “Porque cuando se casen con ella" —decía él—"y estén en la intimidad, no siempre la tomaran de la mano para pedirles que les dé su testimonio”.

Desafortunadamente ese componente a veces se hace tan dominante que oscurece todos los demás al punto de confundirse con una mera pasión o con la lujuria. La atracción física debe existir, pero debe estar encauzada dentro del respeto mutuo y alejada de intimidades no permitidas fuera del matrimonio. Para reconocer cuando ese encauce es el correcto, citaré lo que dijeron el élder Widtsoe y el presidente McKay:Dijo el élder Widtsoe: “El verdadero amor siempre está fundado en la verdad”; “El amor puro nunca ofende, ni daña, ni injuria al ser amado”; y “El amor santo es una fuerza positiva, que provee en la necesidad y fortalece en la debilidad”.

Pte. David O. McKay dijo que la madre de un amigo suyo le enseñó que la manera de saber si verdaderamente estaba enamorado de una señorita, era si en su presencia deseaba ser el mejor de todos los hombres y ella le inspiraba los sentimientos más nobles.
Cuando estos sean sus sentimientos cuando estén con la joven que pretenden, realmente la aman, y cuando ella corresponda estos mismos sentimientos, también ella les ama con un amor lícito y prometedor. En tal caso sigan adelante hasta llegar al altar del templo.

Hace algunos años tuve la oportunidad de sellar en el Templo a los hermanos Raquel y Francisco Azar. Cuando llegué al Templo los encontré paseando por los jardines del mismo, me uní a ellos y les dije: Cuenta Platón que una vez se acercó un discípulo a su maestro Sócrates y le preguntó ¿Maestro, debo casarme? Sócrates mirándole le dijo: “Haz lo que quieras; te cases o no te cases igual te arrepentirás”, y nos reímos un rato. Ya en la sala de sellamientos, en ocasión de las palabras que los selladores decimos a los que van a recibir la ordenanza, les dije: "¿Se acuerdan hermanos los que les dije en los jardines del Templo?" Me dijeron que sí y se sonreían, entonces continué: "Esa es la filosofía de los hombres que el mundo enseña allá afuera. Aquí, en este lugar tan sagrado, tan cerca del cielo, la enseñanza es otra; es la que pregona el verdadero evangelio de Jesucristo: “Cásate, cásate con la persona indicada, en el momento indicado y en el lugar sagrado del altar del Templo y nunca te arrepentirás, porque serás eternamente feliz”. Y en esto creo, porque lo he vivido.

Autor: Vasanti A. Echevarría

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