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jueves, 14 de octubre de 2010

La Entrevista al Profeta.

Me encontraba en Lima cuando unos hombres de la prensa, que pertenecían a los periódicos más importantes, se congregaron a mi alrededor en la casa de la misión. La mayoría de las preguntas que me hicieron eran respetuosas, inteligentes y satisfactorias; sin embargo, después de que la mayoría de ellos hubieron terminado sus apuntes y se hubieron marchado, aparentemente satisfechos, un presuntuoso joven se quedó para interrogarme. Sus preguntas se concentraron en la poligamia, el racismo, la pobreza y la guerra. Traté de contestar en forma significativa y respetuosa a sus insinuantes preguntas…
De manera despectiva me preguntó por qué la Iglesia "Mormona" no había remediado la pobreza del mundo. Entonces, volviéndome hacia él le dije algo así: ¡Señor! ¿Qué quiere decir con lo que me pregunta? ¿Sabe usted dónde nace la pobreza, dónde radica, dónde se fomenta? He viajado considerablemente por todo su país, desde la costa hasta la cima de las altas montañas; he estado en lo alto de su grandioso y temible Huascarán; he estado en sus museos de oro y en sus majestuosas catedrales; he visto a sus compatriotas que viven en las sierras apenas sobrevivir en condiciones primitivas en chozas escuálidas, con escasos alimentos, sin absolutamente ningún tipo de comodidad. En su gran ciudad, veo sus mansiones y sus palacios, pero también veo numerosas casas de cartón y de hojalata, y los cuerpos desnutridos de sus indios, tanto los que vienen de tierra adentro como de los que provienen de lo alto de los cerros. He visto sus catedrales con altares de oro y plata, y sus mendigos sobre el suelo frío de esos edificios, con sus esqueléticos brazos extendidos y las manos descarnadas abiertas y elevadas para pedir ayuda a aquellos que van allí a visitar o a adorar. ¿Y me pregunta usted acerca de la pobreza? He cruzado la Cordillera de los Andes y llorado por los indios a quienes todavía se les persigue, se les despoja, se les oprime y se les menosprecia. Sobre sus espaldas llevan sus preocupaciones, sobre sus espaldas llevan las mercancías que van a vender y las que han comprado. Y cuando llegan a las ciudades, he visto cómo se les humilla, se les hace a un lado y se les rechaza. Ustedes los han tenido desde hace cuatrocientos años; durante cuatro siglos han sido sólo unos pobres indios despojados; durante muchas generaciones han sido humanos que apenas sobreviven. Al igual que con los hijos de Israel, durante cuatrocientos años han vivido en una verdadera esclavitud. En esa constante pobreza existen muchas generaciones de ignorancia y superstición, hambre y enfermedades, así como también el sufrir los azotes de la naturaleza. ¿Y usted me habla a de pobreza y privaciones, y de sufrimiento y necesidades? Ustedes los han tenido durante cuatrocientos años. ¿Han mejorado su moral, han disminuido sus supersticiones, han enriquecido su cultura? ¿Han elevado sus ideales? ¿Han aumentado sus ambiciones [de progreso]? ¿Ha aumentado su producción? ¿Se ha engrandecido su fe? ¿Qué ha hecho usted por ellos? ¿Cuánto mejor están ellos ahora, en los Andes, que cuando ustedes llegaron hace cuatro siglos?…
Me gustaría que fuera a la sede del mormonismo, a la cual usted ataca. Creo que no verá a ningún mendigo en Salt Lake City, ninguno muriéndose de hambre, y pocos, si los hay, sin abrigo ni vivienda. Allí no hay barrios pobres como los que usted conoce.
Él entonces recogió sus papeles y sus lápices y se fue.


(Spencer W. Kimball, "The Gospel Solves Problems of the World", BYU, charla fogonera realizada el 26 de septiembre de 1971).

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